Aunque no es nuestra primera vez, las mariposillas revolotean como si lo fuera. Estamos nerviosos y nerviosas como siempre en los comienzos, y las ganas y la ilusión se nos juntan ante un nuevo viaje. Y nos encanta. Estamos enganchadísimos/as a esta sensación.
Llegamos de víspera a Madrid. Lo de madrugar y conducir no es lo nuestro, así que parada de esas de “llegar y tocar”. Lo justo dormir en un hotel cerquita del aeropuerto con servicio lanzadera para que sea más rápido y fácil coger nuestro vuelo hacia New York al día siguiente.
A estas alturas de la película, ya sabéis que no somos de improvisar. Este viaje está pensado, trabajado y organizado como todos los demás, con mimo y cariño, desde hace tiempo. Y luego estamos los y las demás que nos dejamos llevar, también con cariño, y que queremos que la vida o llámale Iñigo, nos sorprenda. Gracias una vez más.
El vuelo con destino Nueva York hace su salida de la Terminal 4 del aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas a las nueve cuarenta y cinco de la mañana. Por delante, unas cuantas horas de viaje. Si por nosotros y nosotras fuera, nos saltábamos esta parte. Aunque todo hay que decirlo, American Airlines, de nota, sí señora.
Llegamos y sorprendentemente todo fluye. Y los trámites son más rápidos y fáciles, y sin darnos cuenta estamos en el Air Train camino del metro que nos llevará directos al corazón de Manhattan, donde nos alojamos.
La ciudad se nos muestra poderosa nada más llegar. La gente, los edificios, el ambiente...todo ebulle, el ritmo se acelera y los ojos se nos abren como platos porque, aunque mil veces lo hayas visto en foto, serie o película, te sorprende y agita como si fuera la primera vez.
Nuestro hotel (Residence Inn by Marriott New York) está en Bryan Park, cerquita del que fue el edificio más alto del mundo durante cuarenta años (hasta 1971), el Empire State Building. Mirar por la ventana y encontrarlo es uno de esos “pellízcame que no me lo creo”. Brutal!
Con las energías justas, aún nos da para ver Bryant Park (un parquecito coqueto en mitad de Manhattan) y Times Square. Para rematar, porque aquí estímulos para dar y regalar; a lo XXXL. Y de verdad es tal y como se ve: lleno de gente, con un montón de pantallas, luces, las revoluciones a mil y todos y todas queriendo inmortalizar el momento. Ese “yo he estado también aquí”. Con la memoria ya no nos basta. A veces es una pena.
Y casi tienes ganas de escapar. El cuerpo todavía no se nos ha acostumbrado a esta ciudad en pie, vertical y vertiginosa, intensa en todas sus formas y vibrante y loca en los demás.
No podemos acabar el día sin zamparnos una típica hamburguesa en la que dicen es la mejor cadena de Hamburguesas de NY: Shake Shack. Somos facilones, no lo vamos a negar y si hay que...pues se hace sin rechistar.
Y para finalizar, aunque el cansancio era mayúsculo, las ganas de explorar la gran manzana eran aún mayores y acabamos el día yendo al mirador de Peeble Beach en la zona de Dumbo para sacar alguna foto del skyline de Nueva York de noche con todos los rascacielos iluminados. Espectacular!
Salud y la dosis justa de locura.
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29-oct-2024 5:36:57
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