El cinco de julio nos saluda nublado. No todos los días sale el sol chipirón. Ni siquiera en Mexico lindo.
De camino a Tulum cae brutal; a ratos, pero torrencial. De esas lluvias que no te dejan ver; a borbotones. Y que explican esta exuberancia. No pudiera ser de otra manera.
Para no dejar de sumar cosas que contar, nos quedamos sin gasolina. Nada de nada, ni mucho ni poco, ni una sola gota de más. Tirados y tiradas en la carretera. Si es que… ni una gasolinera en kilómetros y a falta de cuatro minutos para una, el coche va y se nos para. De traca.
Pero todo tiene solución e ir en dos coches es lo que tiene. El otro va y vuelve. No son superpoderes. Y todo se soluciona en unos pocos minutos.
Tulum nos recibe con calor y humedad; vaya novedad; y en forma de sonrisa. La que nos provoca nuestro siguiente alojamiento, Casa Almendro. Es un hotel pequeñito, sencillo y limpio y si tuviéramos que resumirlo de alguna manera es que nos hace sentir en casa. En la parte de arriba hay una terracita chiquita como él, que te permite cocinar, estar…muy estilo hostel. Lo convierte en base ideal para después moverte por la zona, aunque éste no ha sido nuestro caso.
Alquilamos unas bicis para llegar al área hotelera. La sensación que nos deja es que es poco real; más un escenario quizá. Donde todo está perfecto, ideal. Un lugar puro Instagram.
Los restaurantes, bares y hoteles que se ven desde la carretera son de otra liga; decorados bonito, con glamour. Pero no parece que para todo el mundo. Nos da la sensación que para todo hay que pagar, y no poco además: por la foto en la escultura “ven a la luz” en el hotel Ahau, para entrar en el hotel Azulik y encima los y las menores no pueden pasar; todo en manos privadas y es que por no poder, no se puede casi ni pasear. Y esto te lleva sin querer a plantearte el desigual reparto de la riqueza y sus consecuencias.
De vuelta a Tulum Tulum se nota que es ciudad grande y turística; con influencias de aquí y de allí; donde los estímulos para el consumo se disparan porque a cada poco hay un sitio donde tomar y comprar.
También de esto disfrutamos pero luego no sabemos cómo, acabamos tan agusto viendo un partido de fútbol y baloncesto local; pasando el rato, con la gente, sin más expectativas pero llevándonoslo en la mochila de las vivencias y sumando en la lista de los recuerdos.
Rica también la cena. Bonita. Tú y el barecito, porque es así como se llama. Y damos fé que hace honor a su nombre.
Nos encanta este vivir intenso pero nos encanta también ese momento justo antes de dormir, en el que damos tregua al cuerpo, a la mente y al corazón. Ese momento de descanso consciente que sienta a caricia regalada.
Salud y olor a comida de casa
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29-oct-2024 5:36:00
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