Día 5: Ciudad maya Cobá. Tarde por Valladolid

Amanece en Coba. Pronto. Cómo lo hace aquí todos los días. Y despacio, como deberían ser casi todas las cosas. 

Esta noche no todas ni todos hemos descansado por igual. Un virus gastrointestinal ha llegado pero no para quedarse. Igual por los probióticos que tomamos antes de venir, igual porque no era el momento o igual porque al final va a ser que sí o sí somos gente de buena pasta, pero el caso es que "la venganza de Moctezuma" apenas se ha dejado notar. No mucho más de una debilidad más intensa de lo que hubiera sido normal. Pero también esto es parte del viaje y de la vida.

Y Coba será especial, no solo por el lugar donde nos han acogido con tanta amabilidad, sino también por ser el primer lugar donde visitamos ruinas propiamente dichas. Conocer el pasado nos permite entender el presente y construir el futuro, y hacerlo desde aquí conecta de algún modo con lo que fuimos.

El cenote Choj Ha es mágico, no hay lugar a dudas. Lo sientes cuando te adentras y te sorprende esa cueva llena de estalactitas y estalagmitas, con el agua limpia y fresca. Es un cenote espectacular pero lo es más porque estamos solos y todavía tiene mucha más magia. Nos sentimos privilegiados y privilegiadas por poder estar aquí.

Llegamos a Valladolid. Realmente es como un pueblo grande, sin altos edificios ni grandes avenidas. Recorremos la Calzada de los Frailes hasta llegar al Convento de San Bernardino de Siena y visitamos su plaza central, con sus curiosas sillas diseñadas para no poderse tocar. Muy curiosas la verdad. 

Y nos cae nuestro primer chaparrón. Pero hasta la lluvia es diferente. No refresca ni sientes que limpie el ambiente, y tan pronto llega, como se va, y de nuevo ese calor omnipresente.

Hoy dormimos por separado. Nuestros regalos de cumpleaños tienen forma de mimo y de cuidado; el mimo y el cuidado que da una noche para nosotras solas en un pequeño hotel con encanto, el Zentik de Valladolid. Se nos nota en la mirada que vivimos enamoradas, je je. Gracias verdaderas.

Para los chicos y Maider el alojamiento es otra cosa. Una habitación para seis cerca del centro que más parece un campamento juvenil que cualquier otra cosa. Ni mejor ni peor, diferente. Eso sí, risas aseguradas y descanso temprano porque a pesar del ritmo más lento, acabamos el día con la energía bajita, y apenas te da tiempo a repasar lo vivido en el día porque el sueño aparece. Para qué batallar con él.

Sonrisas y aleteos de mariposa