Día 21: Bye, bye Las Vegas. Hola Los Ángeles

A nosotros ya se nos acaba pero no nos resignamos. Aprovechamos cada minutico que nos queda para seguir exprimiendo este viaje tan alucinante. ¿Que nos queda una hora antes de abandonar la habitación? Pues no nos digas más; a la piscina que nos vamos. El tiradismo es una gran filosofía de vida si uno/a lo hace con medida.

Sila y Gaizka han probado suerte en el Casino. Todo nuestro gozo en un pozo. De momento no somos más ricos en dinero. Cuando le habían cogido el truquillo al asunto se han quedado sin pasta. What a pity!

Volvemos a Los Angeles. Al lugar donde empezó todo y donde también tiene que acabar. Y cosas de la vida, cuando parecía que simplemente era montarnos en la furgoneta y esperar que los kilómetros vayan pasando, el alto en el camino para comer ha sido otra chula experiencia.

A la altura de Calico (seguro que sabéis perfectamente que es el mismo pueblo donde paramos a ver el poblado del antiguo oeste porque este blog se os ha gravado a fuego en la memoria, je, je) está el Peggy Sue's. Un bar ambientado en los años cincuenta con sus camareras vestidas con esos uniformes tan característicos, decorado todo con cositas de la época y con la típica comida norteamericana de hamburguesas, sandwich, patatas fritas y unos deliciosos aros de cebolla que sano sano no será, pero sí muy rico.

Los Angeles nos sorprende con una temperatura bastante agradable. Hace unas horas moríamos de calor y ahora hasta la chaquetica nos hemos tenido que poner; será porque estamos muy cerca de la costa y ya se sabe: "la brisa marina que sube y que baja del fondo del mar".

Después de dar una vuelta por el paseo de Venice Beach hasta llegar al famoso gimnasio al aire libre en Muscle Beach, volvemos al hotel (Ramada Marina del Rey) para nuestra última noche en tierras norteamericanas.

Cuando empezamos el viaje parecía que eran muchos los días, pero hoy que estamos al final, no nos han parecido tantos. ¿Por qué será que el tiempo pasa más deprisa cuando uno/a está de vacaciones? Porca miseria.

Salud y tardes de sofá